«Les prometen libertad, y ellos mismos son esclavos de corrupción; porque de quien uno es vencido, de este queda hecho esclavo».
2 Pedro 2,19 (BTX IV Edición)

Este capítulo 2 de la 2da. epístola de Pedro , al igual que la carta de Judas, constituye una fuerte denuncia contra los falsos maestros y profetas que han existido siempre y en todos los lugares, pero que en estos últimos tiempos se han multiplicado como moscas en verano. De ellos se dice que son sensuales, seductores(as), codiciosos(as), hijos de maldición, etc. Además, les mueve la riqueza personal; quieren enriquecerse, pues son codiciosos y avaros, pero su mensaje es vacío, e incluso destructivo. Su principal tarea es fomentar toda clase de falsas esperanzas y creencias erróneas en sus oyentes. De modo que no solo ellos irán a perdición eterna, sino que arrastrarán lamentablemente a millones de personas con ellos.
En el versículo que encabeza este artículo dice que los falsos maestros se apresuran a hacer promesas, específicamente promesas de libertad. Las promesas son baratas , por eso los políticos también las usan; no cuestan nada. El propio Satanás se reveló en el principo a la humanidad con una promesa: “Seréis como dioses”, les dijo. (Génesis 3,5). Luego intentó seducir al Hijo de Dios prometiéndole “todos los reinos del mundo” (Mateo 4,8). Las promesas vacías son el anzuelo de oro de Satanás, y muchos son los necios que lo muerden. Los falsos maestros y predicadores, como hijos del diablo que son, imitan a su padre haciendo falsas promesas de libertad. Pero es una libertad que termina en esclavitud. De hecho, la mayoría de las sectas dentro del cristianismo han sido fundadas bajo las premisas de la libertad. Sus fundadores han preferido no tener que rendir cuentas de sus acciones a ninguna entidad u organización eclesiástica de nivel superior.
En el caso de las sectas, los falsos maestros espirituales prometen libertad, pero en realidad lo que buscan es tener vía libre para actuar de acuerdo a sus oscuros intereses sin sujetarse a ninguna autoridad divina o humana, así como a ninguna normativa o ley moral. En cambio, secuestran con el miedo, la mentira y el abuso a sus seguidores, quedando estos últimos presos en el círculo cerrado del engaño en el que han sido esclavizados. Sin embargo, aunque no lo parezca, los falsos maestros, por cuanto son “servidores de la corrupción”, son también esclavos de una mentalidad de lo más abominable. Entonces, ¿quiénes son ellos para ofrecer la libertad? De hecho, sus enseñanzas son «palabras infladas y vanas» (2 Pedro 2,18), porque los esclavos no pueden ofrecer correctamente la libertad.
¿Cuál es el resultado de aceptar sus falsas promesas? La esclavitud. La libertad que promete el pecado es la esclavitud. Y cuanto mayor es el pecado, mayor es la esclavitud del pecador. La libertad (libertinaje en todos los ámbitos) que se desató en los Estados Unidos de América en los años ’60 del siglo XX se saldó con millones de personas esclavizadas por las drogas, el alcohol y el VIH años más tarde. No obstante, lo más grave es que tal vez no haya un estado más miserable que el de ser esclavo de la corrupción que se genera en nombre de la libertad. Es una esclavitud del espíritu; un cautiverio del alma. De todos los estados de esclavitud, es el más duradero y sus consecuencias tendrán efecto no solo en esta vida, sino también por la eternidad.
Quisiera terminar diciendo que solamente hay libertad en el espíritu de Dios. La libertad no se encuentra en las promesas de los líderes religiosos que buscan aglutinar a su alrededor una multitud a la que manipular espiritualmente y explotar financieramente. Cuando buscamos la libertad de la manera equivocada nos volvemos esclavos de corrupción, decadencia y muerte.
Solo a través de la gracia de Dios podemos estar firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, habiéndonos liberado de todo yugo de esclavitud.
cf. Gálatas 5,1.
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